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XXXVIII
De la obediencia
aprendí a no ser
cordero
ni alimento de
alimañas.
La alcantarilla se
pudre por sí sola
al llenar su panza de
carroña
y siento que no es hora
de lamentos.
Tic tac
la marcha del tiempo se
confiesa
sabiendo que ya todo es
previsible
y que la historia
es rueca inagotable.


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