viernes, 24 de febrero de 2012

III


Me llaman El Cordero y me buscan las mariposas que algún día pastarán en mis grietas.  Todo es perfume de claveles y de carne.  Todo.  La inmundicia trae aromas del ayer que servirán para mañana.  Todo soy: Hijo de Hombre,  sacudidor de estrellas salvajes que precipitan su luz en los corazones.  Al tercer día me perderé en la costumbre.  Búscame en los árboles mansos carcomidos porque de nada sirve apostar por un cordero de estopa.  Llevo las marcas de una boca antigua en los labios y, las del lobo, en el pecho: marcas de semidiós desnudo en la bahía donde los barcos anclarán sobre cadáveres sin gloria.

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