viernes, 23 de marzo de 2012

XXXI


Todas mis huellas fueron borradas del desierto ahora que la lejanía me despedaza.  Los altos pilares se vienen abajo como castillos de arena.  La esperanza fue a podrirse al fin del mundo.  Al menos, la nuestra.  Ya sucedió el día de la gran anunciación y aquí no pasa ni una lágrima.  Sólo resta un novedoso fanatismo de manteles, un adulterio ideológico, cualquier cosa para perdurar.  Quién despertará al nuevo cofre del pacto.  Pero de cuál pacto hablo, Padre.  Con el cuchillo a la espalda siempre adoraremos al mismo pastor.  El tiempo fue destruido y ya no suenan las campanas.  Todo invita a una gesta heroica, a limpiar de nuestros dedos las manchas de nicotina, ¡y qué decir de la sangre!

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