domingo, 25 de marzo de 2012

XXXIII


Hacen falta dólares para el bolsillo de la patria…  cartas de invitación para cada quien o algún avión clandestino, por lo menos, para que reconforte los sueños.  Yo te pregunto: qué es amor, y has quemado la vid de mis entregas.  El castigo se reduce a una espina.  Qué quieres de mí, Señor.  Pretendí escalar el sol por tus cabellos, en cambio, erraba por la orilla de tus ojos.  En alguna playa aprendí que bajo tierra queda la fuente donde todo se pudre.  Y en ella olvidé aplacar la sed.  A quién santificar ahora.  Yo no puedo ser El Mesías.  Soy el relámpago que como llega se va sin dolor ni relojes.  A quién santificar cuando he renunciado al cielo.

(¡Y mañana llega el Papa a la Isla Dolorosa!)

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