lunes, 26 de marzo de 2012

XXXIV


Sin tregua tejes el infinito para que en él ponga la rodilla.  ¡No!  Es la entrada a mi pueblo.  No lograré reverenciar esta página en blanco.  La calle me limita de mí mismo.  Es un oráculo.   _¡Tengan fe! -nos gritas, pero tus palabras son piedras que rompen los ojos con dulce crueldad.  Llevo vergüenza, no venganza.  Pagaré con mi sangre alguna puesta de sol que ya han matado.  Alguna masturbación simbólica detrás de la cámara oculta.  Un parto sentimental entre los dedos que empotrarán al madero para que yo no pueda saltar.

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