sábado, 5 de mayo de 2012

LA CRUZ O LA ESPADA


Sin quererlo he sido la beata.
¿Cómo remendar la historia o remontar el vuelo?
Nunca sabré si los hombres me han perdonado.
Sólo sé que Dios termina en el silencio.
Recuerdo tus manos
llenas de cortes celestiales y laureles
tus ojos
      -como el fuego-
               endemoniadamente hermosos.
Un cometa rasura los olvidos
te abandona en la piel de mi renuncia.
Es el olor de la lluvia
diluvio universal
                 que sorprende a mi vientre.
Alguna vez creí en la fertilidad
                                                 y fue quimera.
Alguien dibuja girasoles en el espejo.
Es tu ausencia.
No importa si el inquisidor
            me clava buitres en el pecho:
también el verdugo es obra de Dios.

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